Después de varios kilómetros de ruta, plantaciones de maíz y silos, en pleno centro de Pirapó, sobre la Avenida Paraguay-Japón se encuentra la academia de Danza Aery Koda. En su interior se encuentra un gran salón con espejos donde se practica danza paraguaya, a continuación, se observa un salón de danza flamenca con cuadros en las paredes, trofeos que se extienden a lo largo y fotografías de niñas haciendo ballet, danza paraguaya, flamenco.
Aery Koda es hija del mundo social y cultural desde donde reflexiona. A sus 25 años la joven artista armoniza la docencia y dirección de la academia de danzas y su título universitario en Ciencias Agrarias.
El lugar que ocupa en la actualidad es fruto de toda una vida de dedicación, desde muy pequeña aprendió el lenguaje corporal hasta el punto de estar predestinada a ser bailarina “Dice mi mamá, que desde que era bebé movía todo mi cuerpo al ritmo de la música y ella pensaba que iba ser bailarina”, “Es la vida misma, desde chiquitita, desde siempre soñé, desde siempre amé esto, no había opción de hacer otra cosa. Siempre fue la danza, el amor a la danza y disfrutar cada día de bailar y expresar con el cuerpo”.
Aery es heredera de una tradición que comenzó con un movimiento de artes, de danza, de buenos artistas de Pirapó, que se gestó a partir de una comisión de padres presidida por Don Edmundo Álvarez, a quien ella agradece de por vida.
En su trayectoria de vida hay etapas destacadas que le marcaron como profesional del arte. A los 6 años tuvo el primer encuentro con su maestra Carmen Mayeregger, experiencia que le cambió la vida, donde se enamoró del arte, de la danza española y de ahí, nunca más paró.
Su interés por la enseñanza se manifestó cuando aún se encontraba en la escuela, a los 14 años su maestra le asigna la tarea de marcar la coreografía a una alumna, siendo su primera experiencia dando clase. Al poco tiempo se encarga de orientar a un grupo de bailarinas de danza española, al año se encarga de orientar a todo el grupo de bailarinas de los diferentes géneros; a los 17 años manejaba toda la academia, impartía las clases, evaluaba los exámenes, y organizaba los festivales; y a los 18 años, en reunión con los padres propone que la Academia Pirapó Dance Ballet pase a llamarse Academia Aery Koda “porque ya sentía que todas las niñas eran mis hijas, es mi familia, la familia que pude formar desde muy chiquita, y así fue que pudimos abrir la academia a mi nombre”.
El parte aguas en la vida de Aery fue ganar el certamen de danza flamenca en el Brasil en la categoría profesional. Fue una de las experiencias más fuerte, maravillosa y comprometedora que ha tenido. Ella agradece a sus maestros Miri Galeano y Jony Gonçalves por su formación y el empeño que pusieron para que participe “fue la mejor experiencia, porque a una se le abre la mente cuando sale del país, cuando conoce otra cultura, cuando ve otra experiencia, otra vivencia, otros aires”.
“Digo comprometedora, porque después de eso una artista tiene la responsabilidad de seguir creciendo, de seguir estudiando, para superarse a sí misma, no para ser mejor que otra persona, sino para dar lo mejor de cada una”
La raíz japonesa de Aery se expresa en el rescate del respeto, la disciplina, la puntualidad, que son los valores que la permitieron alcanzar sus objetivos en la vida “El respeto que tenemos hacia nuestras maestras, espero que eso nunca cambie, porque eso habla bien de nuestras raíces, soy bendecida y súper agradecida de ser Nikkei y poder llevar las dos culturas en mi corazón y con mucho orgullo decir que soy paraguaya y japonesa”.
Enseñar para Aery conlleva muchísima responsabilidad y el respeto por la diversidad y la diferencia, “porque trabajamos con seres humanos, tenemos sentimientos, cada quien tiene su sentimiento, no todos somos iguales y tenemos que respetar el sentimiento de cada persona”.
El toque especial de Aery es el amor, “mucho amor, enseñar es una cosa de valientes, hay que ser muy valientes porque también absorbemos la energía de la otra persona, damos nuestra energía, y todo eso tenemos que cuidar”.
Ella se reafirma en que hay que insistir, persistir y nunca desistir; en perfeccionar su técnica y su condición humana. Sus reflexiones sobre el presente y el futuro son piezas musicales finamente elaboradas que despiertan diversas emociones y sentimientos, sus convicciones hacen creer que todas las cosas son posibles y alcanzables y nos invita a que “todo el mundo esté bailando, porque creo que el arte salva a las personas, todo lo que sea arte, salva al mundo”.
Insistir, persistir y nunca desistir”